COMPÁS DE INCENSARIO.
Titular: Entre los visillos del alma.
Ha llegado el momento de mirar a tu Cristo o a tu Virgen, pero no a lo lejos o en una fotografía encontrada en el cajón de los recuerdos, no, mirarlos a los ojos y dejar que Ellos te miren a ti muy adentro, sin limitaciones ni secretos. Mirarlos a los ojos y que cada mirada sea un escalofrío que recorra tu piel y erice tus sentimientos más profundos. Y en esa mirada profunda, en oración, diles si eres valiente, diles que vas a perder la esperanza, diles que los vas a dejar en sus capillas mientras el tiempo juega a la contra, diles que todo lo que Ellos te dieron y te dan está en el olvido porque no has sabido pelear. Mira sus manos, las de cualquier Virgen de Cabra, delicadas o consumidas por los siglos y los besos, y dime que no quieres volver a besarlas en un altar de ensueño cuando Ella baja a los suelos para hacerse más cercana y más Madre, mira sus manos y dile que has perdido la ilusión por estar a su lado. Pero mira las manos de tu Cristo, míralas, de aquel que vive en El Cerro con Salud y Humildad, con Salud y Sangre o aquel otro que en Santo Domingo es consuelo de los necesitados, Socorro de los vacíos de espíritu o paciente que espera un padrenuestro a las claras del día. Mira sus manos clavadas en el corazón de las hijas de la caridad, o allá en la Soledad clavadas en un calvario incesante, o en el Dulce Nombre que hace que nuestra alma se enaltezca. Pero míralo coronado de espinas y humillado como cordero que va al matadero, o sudando sangre y penas, sangre y crueles azotes de jueves santo. No bajes la mirada cuando te mire el Preso, se valiente para sentirlo en el Amor de su santo traslado mientras las almas de Cabra son descendidas y sepultadas en la urna de alajas y plata de un pueblo. Y si sientes escalofrío cuando besas al yacente de las agustinas, siéntelo, mientras levantas la vista y ves al Perdón con una cruz al hombro al igual que Aquel que preside el altar Nazareno de Cabra, no desfallezcas, no dejes a tu corazón entrar en el pasillo del olvido. Dime que no sientes nada cuando recuerdas la mañana de las mañanas y lo ves a Él entre el gentío y las ramas de olivo. Por eso es la hora de los valientes, de los que buscan en el más mínimo detalle un hilo de esperanza, que nos los haga caer como Aquel que vive en Capuchinos. Míralos a ellos, míralos y diles que tu costal está rebelde y enervado porque necesita sentir el peso de los siglos y de la devoción, de la juventud y de la experiencia, el dolor de las horas y el anonimato de las trabajaderas. Mírala a Ella, a tu Virgen morena y dile que esto no va a acabar nunca, esta pesadilla interminable, díselo pero mirándola a los ojos de hijo a Madre. Dile la verdad, sin atajos, sin aspavientos, dile la verdad, dile que sin Ellos se puede vivir igual. Pero no, no se lo vas a decir porque Ellos te duelen y cuando aprieta el hambre de Fe te agarras a la estampa que tienes en el coche, o en la mesita de noche, o en la cocina o en cualquier apartado de la cartera, incluso en algún libro o álbum de fotos que tu madre te regalo para que guardaras las estampas de los besamanos y besapiés. Ha llegado el momento de mirarlos cara a cara, corazón a corazón y decirles que los quieres, que todo pasará más pronto que tarde, que volverán a arder los corazones de miles de personas en las calles cuando después de tanto sufrimiento vean el andar paciente o valiente de los pasos. No te escondas entre los visillos del alma, sé valiente y confía en Dios porque Él confía en ti, cofrade.
Eduardo Luna Arroyo
Director de Radio La manigueta.